LA VÍA DEL RETORNO AL INTERIOR
Ha pasado largo tiempo, desde que escribí por última vez en este espacio, dedicado a mi visión de la práctica y vivencia como budista zen. Concretamente el último artículo data de finales del 2013, y justo ahora estamos a las puertas del nuevo año 2017.
Un periodo de tiempo en el que mi vida ha dado tantos giros, que podría marearme, tan solo probando de dar explicación a uno sólo de ellos. Pero es así la vida, donde siempre a nuestro favor, nos permite la posibilidad de experimentar, vivir y aprender de lo vivido, ya sea ello algo que nos provoque júbilo o quizás incluso tras nuestro paso a través de una experiencia traumática.
En mi caso, pocos meses después de escribir dicho último artículo, experimenté el golpe más duro que he recibido en mi vida, una experiencia que sacudió los cimientos de mi fe en todas las cosas y la propulsó lejos de mí, como si todo aquello en lo que había creído hasta entonces, hubiera perdido su razonamiento o razón de ser.
Hacía tan solo unos meses que me había ordenado, después de dos largos años cosiendo mi Rakusu y preparándome para dar un paso más en mi compromiso con la práctica del Zen. Pero ni tan solo eso pudo salvarme de lo que me esperaba un tiempo después cuando de pronto la persona que había compartido a mi lado catorce años de vida, decidió alejarse de mí y con ello un gran dolor se fundió con mi alma y me alejó de todo lo que había tenido a mi lado hasta entonces.
Tras ese duro golpe y no antes fue cuando realmente pude poner en práctica todo lo que había aprendido hasta entonces dentro del Budismo Soto Zen, poco a poco me sumergí en un periodo de soledad casi absoluta y necesité evadirme de todo lo que hasta entonces venía haciendo en mi vida, así que incluso dejé de asistir al dojo donde meditaba unas cuatro veces por semana, y mi práctica se volvió más efímera y unipersonal, dejando atrás las rigideces y ataduras que me habían acompañado hasta entonces, para abrir así un nuevo entender de todo lo aprendido, donde no importaba el cómo, si no la mera necesidad de mirar hacia mi interior utilizando las herramientas que me habían sido enseñadas durante todos aquellos retiros de fin de semana, seminarios, meditaciones diarias con mi shanga y en definitiva, conmigo mismo como espejo de lo que la vida en realidad representaba...
Así transcurrieron los meses y algunos años hasta el día de hoy, donde poco a poco he ido poniendo en práctica todas las lecciones aprendidas y forjando una nueva perspectiva de la meditación y todas esas herramientas que nos permiten auto observarnos, con la intención de descubrir el verdadero propósito de nuestra vida, que ya os adelanto, siempre pasa por el filtro de la sencillez, y la fluidez que solo la vivencia del momento presente puede otorgarnos, siendo el resto sin duda alguna un mero espectáculo de fuegos artificiales, donde creemos ser los protagonistas de algo, que en realidad no se da tal y como lo observamos.
MISMAS ORILLAS DE UN MISMO LAGO
Pero quizás lo más importante que he aprendido durante estos dos años y medio alejado de todo lo que con anterioridad me rodeaba, es que las cosas son mucho más sencillas de como en ocasiones nos las planteamos o nos las pintan. Así que viendo como a día de hoy nacen cientos de nuevas herramientas para aprender a meditar y escuelas que prometen esto y aquello, os diré sin dudarlo y perdonadme si sueno arrogante, que en realidad todas ellas son orillas de un mismo lago, y que lo único que necesitáis para trabajaros y conoceros es sin duda coger la costumbre a diario de salvar unos segundos, para respirar profundamente, posicionar vuestra espalda erguida y dejar que el silencio se convierta en vuestro refugio y la soledad en vuestro único credo, dejando pasar vuestros pensamientos mientras los observáis desde un estado de abandono absoluto.
Poco a poco, con el hábito de esta sencilla práctica, entenderéis que es justo el hacer sin hacer, lo que nos permite sentir el momento presente, así que lejos de lo que os hayan dicho, no necesitaréis vestir ni atuendos blancos, ni kimonos japoneses, tampoco prostraros ante ningún maestro auto proclamado, que tiene aunque quizás él lo desconoce más ego que vosotros mismos. Lo más importante es que aunque es cierto que una postura adecuada puede facilitar nuestra concentración y el trabajo que ejercemos sobre la práctica, esto no debe ser en absoluto un impedimento para adentrarnos en el mundo de la meditación y tampoco en el budismo Zen. Pues cada persona es un mundo en sí y como tal, debe encontrar su centro.
En referencia a este último punto, he de decir que durante muchos años meditaba estrictamente en postura de semi loto y birmana, a pesar de que mis piernas siempre habían sido mi punto débil y durante los retiros de meditación intensiva terminaba con graves problemas en mis rodillas, muy infladas y con derrames de líquido sinovial, que me finalmente dieron como fruto una lesión grave que afecto al ligamento lateral interno de mi rodilla izquierda.
A día de hoy, medito siempre con ayuda de una banqueta de meditación muy baja y portátil que me permite tener una postura muy correcta y con la que no tengo problema alguno para alcanzar un buen nivel de concentración. Por ello os decía que no dejarais que este tipo de cosas os alejaran de la práctica, pues lejos de convencionalismos, la concentración absoluta se consigue desde muchos estados, e incluso sin ser necesario estar sentado con las piernas cruzadas. Esto es algo que he descubierto desde mi faceta como profesor de cocina macrobiótica y alimentación saludable, donde he alcanzado auténticos momentos de concentración simplemente cortando verduras o amansando una masa de pan, e incluso componiendo con mi piano o nadando unos largos en la piscina. Pues repito e insisto, vivir el presente es fluir, nada más que eso. Nada os convertirá en nada, ni ninguna persona a la que sigáis como maestro, vivirá vuestra vida por vosotros. Esta responsabilidad sólo os pertenece a vosotros y solo vosotros podéis llevarla a cabo como propósito de vida, pues el camino aunque brilla más si más luces lo alumbran, es siempre un camino de silencio, introspección y crecimiento unipersonal...
SEGUIMOS CRUZANDO EL SILENCIO
Como conclusión a todo lo que aquí expongo, sólo pretendo puntualizar que ni mucho menos me posiciono en contra de todo lo que he aprendido hasta entonces, esto sería una gran equivocación. Lo único que intento transmitir es que la vía es muy amplia y requiere ser comprendida como tal. Yo siempre seguiré fiel al compromiso de mi práctica. Amo sus sutras, mi kimono negro, y rakusu que con tanto esmero y dedicación cosí a golpe de alegrías y miles de lágrimas. Pero hoy por hoy creo que lo más importante para mí como compromiso y propósito de vida, es la difusión del conocimiento. El ayudar a muchas personas a conocerse y saber como sacar lo mejor de ellos mismos, tanto a nivel de alimentación como en el terreno más personal o espiritual. Pues el conocimiento es lo único que permanece siempre en nuestro corazón, siendo la llave de muchas de nuestras inquietudes e incluso cuando no tenemos nada y lo hemos perdido todo, es lo único que siempre permanece intacto dentro de nosotros. Por ello os invito a seguir vuestra orilla, pues seguro en algún punto del camino nos encontraremos todos, da igual de donde vengáis, ni a donde os dirijáis, solo disfrutad del itinerario y de todas aquellas mágicas personas que puedan cruzarse durante vuestro viaje, pues como dije eso es la vida, fluir...
Sergi Hogaku
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