Hoy hace casi dos años que inicié mi camino a través de la vía del zen. Un camino repleto de momentos de todo tipo, periodos de lucha contra mi mismo, ilusiones, tristeza y muchos aprendizajes que ya jamas podrán ser olvidados.
A lo largo de todo este tiempo he pasado por todo tipo de situaciones, siendo alguna de ellas especialmente dura, pero a su vez enriquecedora, aspecto que me ha dado la oportunidad de reflexionar mucho a cerca del sentido de mi vida, y lo más importante, a comprender el verdadero sentido del "aquí y ahora", que no es otro que vivir cada instante que la vida nos regala, como si fuera el último, dedicándolo a todas aquellas personas, pasiones y sueños que de alguna forma ya nos han sido dados por la misma vida.
No hay nada que esperar, nada que desear, nada que necesitemos más que todo aquello que ya nos ha sido dado. Así que lo único que debemos hacer, aunque paradójico es simplemente no hacer nada, sólo fluir y dejarnos llevar, pues todo en nuestra existencia sigue su curso y nosotros sólo debemos dejarnos llevar por él, sin que nos importe hacia donde nos lleva el mismo...
El pasado ocho de diciembre del 2013, durante la conmemoración del despertar de Buda, viví sin duda uno de los momentos más intensos y esperados de mi vida, mi ordenación como Bodhisattva de la mano del maestro Roland Yuno Rech. Un momento que simboliza para mi el final de un camino y comienzo de un nuevo caminar.
Casi dos años me ha costado el prepararme para este momento, un periodo de tiempo en el que han sucedido una infinidad de cosas en mi vida, haciendo posible, que la persona que hace ya mucho tiempo pidió su ordenación, fuera una persona totalmente diferente a la que el pasado ocho de diciembre se ordenaba, en una hogareña casa en mitad del bosque, junto a sus compañeros de Shanga.
Sin duda he vivido mi ordenación de una forma muy especial que sólo un practicante que se haya encontrado en la misma situación puede comprender. Los meses previos a la misma, terminado la costura de mi rakusu, a la vez que luchaba continuamente contra los deseos de mi ego y los diferentes obstáculos que la vida dejaba poco a poco en mi camino.
Los tres días previos a la ceremonia de ordenación, compartiendo mi felicidad con mis compañeros de shanga, maestros y demás situaciones que hicieron de aquel periodo de tiempo, algo difícil de olvidar.
Y finalmente el recibir mi rakusu de la mano de un gran maestro, un tesoro que no tiene precio para un practicante, puesto que en el mismo, yace inscrita una parte de su vida.
Aunque para mi, lo mejor de este rakusu es sin duda el saber que en realidad, no me pertenece a mi solo, ya que cada vez que lo miro o me lo pongo para meditar, siendo la fuerza y luz, de cada una de las personas que han puesto su grano de arena en que el mismo pueda colgar a día de hoy de mi cuello, ya sea a través de los continuos ánimos que algunos de ellos me daban en los momentos más difíciles, o en las muchas puntadas que otros de ellos dieron a lo largo y ancho de sus telas, dando forma a lo que hoy representa el corazón y unión de mi compromiso por la practica del zen y la fuerza de la shanga a la que pertenezco.
Pero como me dijo una monja después de mi ordenación y de su boda mediante el rito zen que tubo lugar el mismo día, " ha sido maravilloso, pero ahora todo sigue...", acto seguido se sentó frente a mi en postura de zazen e hizo sonar la campana de dharma como inicio de un periodo de meditación.
Y lo cierto es que cada segundo es único e irrepetible, todo y que mentiría si no confesara que mi corazón me dice que no será la última ordenación que recibiré a lo largo de mi vida dentro del zen, así que no puedo más que seguir aprendiendo y dejar que la vida fluya en mi, como fluye el agua a lo largo del cauce de un río salvaje.
Gassho, a todas la personas que me habéis ayudado en este primer tramo del camino, ya sabéis quienes sois y nunca podré olvidar la bondad de vuestros gestos, sonrisas y amistad.
Gassho!
Sergi Hogaku
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