"Hay tres cosas que no pueden estar largo tiempo escondidas: el sol, la luna y la verdad"
Buddha
Con la llegada del mes de agosto llegó a su vez otro periodo de meditación intensiva, acompañado por los ecos de la naturaleza en mitad de la Cataluña profunda. Con el mismo se materializaba mi segunda sesshin, desde que decidí tomar el estudio y práctica de la vía del Zen en mi vida.
Sin duda, otra oportunidad de poder mirar nuevamente hacia mi interior para intentar comprender el sentido real de mi existencia y otras muchas cosas más, que la práctica te va revelando a medida que avanzas en la senda de la meditación sentada sin intención de obtener nada a cambio...
Curiosamente cuando decides escribir a cerca de lo vivido en uno de estos periodos de meditación intensiva te das cuenta de que es muy difícil transmitir con palabras las experiencias acontecidas. Las razones son muchas, pero básicamente, creo que sólo la persona que ha llevado a cabo una sesshin puede comprender lo que la misma ha significado para él.
En mi caso por ser la segunda a la que asistía, todo se tornó de forma muy diferente, ya que ahora conocía a la perfección la dinámica que se sigue a lo largo de un retiro Zen y pude esforzarme más en vivir cada detalle y momento de estos días tan intensos.
Como comenté en el post que hablaba de mi anterior retiro, durante una sesshin, si se tiene la suficiente voluntad es fácil observarse a si mismo y ver numerosos detalles de nuestra personalidad de una forma muy clara. Con ello podremos ser conscientes de como actuamos tanto a nivel personal así como en la forma en la que nos dirigimos a los demás, siendo fácil ver hasta que punto nuestro ego tiene un dominio de nuestras acciones, y porque no decirlo de nuestra visión general de la vida.
En mi caso fueron infinitas las sensaciones y lejos de intentar describirlas todas quizás me quedaría con la idea de que el Zen es un camino que siempre exige un paso continuo, pero jamás custodiado por las prisas ni las necesidades de recorrer más en menos tiempo. Esto es quizás la lección que he aprendido a lo largo de estos días de reflexión a manos de mis excelentes compañeros y tutores de mi práctica.
Cuando uno quiere caminar a marchas forzadas el camino deja de ser un camino hacia algo para convertirse en una senda sin rumbo, que sólo muestra aquello que queremos ver en ella, pero de forma distante a la verdadera realidad de nuestro presente.
Como comenté en algún escrito anterior a este, hace unos meses pedí mi ordenación a Bodhissatva y la misma me fue concedida, hasta aquí todo estaba en orden. Comencé la costura de mi rakusu y con mucha ilusión empecé a preparar todo lo necesario para el día de mi ordenación que tenía que llegar en unos meses adelante.
Con estas premisas marché hacia este retiro con el objetivo de adelantar a toda máquina mi rakusu, ya que sabía que habría muchas horas dedicadas a la costura y fue durante estos periodos de confección donde entendí que la costura de mi rakusu era parte de mi camino y no podía tomarlo como un objetivo, pues los objetivos son poco amigos del momento presente, ya que siempre se trazan esperando algo del futuro y esto nos aleja de la vía del Zen.
Allí pude observar como yo estaba haciendo de mi ordenación una proyección de mi ego, que debía saber controlar antes que la misma se convirtiera en una mera ilusión como tantas otras que caminan junto a nosotros a lo largo de nuestras vidas.
Por esta razón decidí no poner fecha a mi ordenación y seguir confeccionando mi rakusu con la calma hasta que al llegar a su fin sea cuando sea pueda ordenarme como parte de una evolución personal, y no como recompensa a un periodo de costura a marchas forzadas con la intención de obtener algo.
Creo que es una de las decisiones más sinceras que he tomado en los últimos meses, y nuevamente doy gracias a todo lo que estoy aprendiendo, porque de no ser por la practica, sería incapaz de observar este tipo de comportamientos que fluyen desde mi interior.
A diferencia de la anterior sesshin a la que asistí, en esta centré mis periodos de samu en la costura de mi rakusu y no en tomar fotografías como había hecho con anterioridad, aunque el último día por petición del Godo (persona que dirige la sesshin) me dediqué a fotografiar los diferentes samus de mis compañeros, así como a tomar fotos durante el último zazen del retiro.
En todo caso ya sea durante un zazen, samu o simplemente en el transcurso del paseo a través de la naturaleza que se realiza cada mañana antes de tomar la Guenmai, es curioso como a medida que avanza el retiro nuestra mente se aproxima más a su estado original, siendo capaz de observar todos los fenómenos que transitan por la misma sin aferrarse a ninguno de ellos.
Esto nos hace más conscientes del momento presente a la vez que nos permite disfrutar de cada detalle, sonido, sensación sea buena o mala .
Por esta razón es fácil quedar altamente hipnotizado por los diferentes sonidos emitidos por los pájaros, o notar la brisa del viento como si de una caricia otoñal se tratara en nuestro rostro.
Al finalizar el retiro, los rostros de mis compañeros dibujaban la experiencia en sus ojos, de aquel que ha vivido cada segundo como si fuera el último de su vida, una sensación que recomiendo a toda persona que quiera aventurarse a conocer el verdadero sentido de la vida, que no es otro que vivir el aquí y el ahora...
Y ya sin más despedirme agradeciendo a los organizadores de este retiro y a todos mis estimados compañeros, su paciencia y todas esas conversaciones profundas que tanto me han regalado estos días. A todos ellos...
Gassho!
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