domingo, 15 de abril de 2012

LAS BARRERAS DENTRO DE LA PRÁCTICA




"Cuanta más leña, más grande es el fuego"
                           Taisen Deshimaru


La semana santa llegó a su fin y con ella la actividad en el dojo a recuperado su cauce natural, con la incorporación de algunas caras nuevas y otras tantas que ya forman parte del los practicantes más comunes de nuestra shanga.
Esta semana ha sido especialmente intensa y ello me demuestra que el camino del Zen, es siempre una vía repleta de cambios, donde cada vez que nos sentamos en zazen, notamos que nuestra actitud ante la práctica ha evolucionado en muchos aspectos, siendo a su vez una aparente paradoja, porque puede resultar chocante el percibir que una practica basada en la quietud, puede estar en realidad siempre sometida a grandes cambios, pero en efecto así es.
Cuando seguimos un patrón basado en el hábito, notamos que nuestra práctica alcanza horizontes más profundos y lo más importante, cada día estamos más próximos a nuestra verdadera naturaleza, aquella que nos permite intimar con nosotros mismos y hacer de dicha intimidad una comunión con la absoluta  inmensidad de cosmos.
Por ello en el Zen, no existen grados, cursos, escalones ni galones posibles, pues el aprendizaje es constante y cuando creemos saber muchas cosas, es cuando en realidad más escapan a nuestro conocimiento todas ellas...
Desde mi comienzo he practicado cada día ya fuera en el dojo con el resto de mis compañeros o a solas en mi casa y nunca entendí porque siempre se aconsejaba practicar en grupo hasta esta semana, cuando mis dudas se desvanecieron por completo al escuchar las enseñanzas que nuestro maestro impartió durante la meditación a cerca de este tema.
Cuando practicamos a solas, sin darnos cuenta construimos una serie de barreras o impedimentos que nos imposibilitan llevar nuestra practica con un cierto rigor. La razón es muy sencilla , al sentarnos ante una pared en zazen, lo primero que encontramos son algunas proyecciones de nuestro yo, aquel que siempre intenta imponer su ley y raramente permite ser re-conducido. A partir de aquí si ponemos toda nuestra atención en nuestra acciones, podremos percatarnos de que muchas de nuestras actitudes durante nuestra práctica son en realidad reflejos de nuestro ego más profundo, el mayor de los arquitectos en cuanto a levantar muros en nuestro camino hacia reencontrarnos con nuestra mente original.
Algunos ejemplos son: el no respetar la quietud de nuestra postura, aferrarnos a nuestros pensamientos desviando el verdadero rumbo de nuestra meditación, adoptando una postura demasiado cómoda para evitar posibles dolores o no respetando los tiempos, acortando los mismos en función de nuestras premisas futuras...

En definitiva todos estos comportamientos y otros muchos más, son producto de esas barreras que surgen cuando queremos meditar por nuestra cuenta, aunque en muchos casos no seamos capaces de advertir este fenómeno por cuenta propia.
En cambio, cuando meditamos con más personas todas estas barreras desaparecen y podemos dejarnos ir más allá de lo que hubiéramos imaginado, alcanzando cotas de concentración muy elevadas.
En otro aspecto, también hemos de tener en cuenta que al finalizar nuestro zazen siempre se suele llevar a cabo una pequeña ceremonia donde se recitan una serie de sutras que hacen de perfecta transición entre nuestra meditación y el regreso a nuestra vida cotidiana. En mi caso, recuerdo que la primera vez que escuche a todos mis compañeros cantando al unísono algo muy bello y profundo despertó en mi interior y dudo que esa fuerza emitida por tantas personas pueda ser comparada a la proyectada por una persona que recita en solitario con el único eco de su silencio.
En mi caso esta semana ha sucedido algo, que me ha ayudado a entender la practica de zazen como una meditación entendida desde la comunidad y no desde la soledad, aunque la auto observación en ocasiones pueda entenderse como una parte individual de la práctica.
Mi mujer decidió adentrarse también dentro de la práctica del Zen y eso si cabe ha reforzado más nuestra relación de pareja, y creo nos ha proporcionado un importante vínculo adicional. Así que tras empezar a meditar juntos en nuestro hogar, me he dado cuenta que mi práctica cambiaba por completo y me era más fácil concentrarme en la postura así como controlar el flujo de mis pensamientos. Efectivamente, esas barreras que antes aparecían cuando meditaba solo, ahora eran casi imperceptibles.
Sinceramente, es muy difícil explicar con palabras todo lo que estoy viviendo, pero si cabe, cada día me  siento más cercano a este nuevo camino que por una vez en la vida, siento tener la necesidad de recorrer...

Gassho!

Sergi G.











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