El zen abandona el dualismo, incluye la dualidad y va más allá.
"Sin Jin Mei".
Una de las claves para comprender el marco de actuación de la mente ordinaria, es entender que la misma siempre actúa desde la dualidad y ello caracteriza nuestro comportamiento, así como la forma en que nos relacionamos con el medio que nos rodea.
Entendemos por mente ordinaria, aquella que piensa y actúa a través de nuestro ego, sirviéndose de nuestros apegos, orgullo, preferencias personales y en definitiva, todas aquellas acciones que nos alejan del momento presente, aquí y ahora .
Dicha mente, siempre se mece en los brazos de la dualidad, la misma dualidad que nos ha venido dada desde que tenemos uso de razón, siendo entendida por la gran mayoría como una entidad permanente, que reside de forma intrínseca en el ser humano.
A través de esta dualidad, se trazan muchas de las barreras que custodian nuestras vidas, invisibles e infranqueables para aquellos que no son conscientes de su existencia.
Es muy sencillo entender la visión dualista, porque la misma siempre busca un beneficio personal o se enmarca dentro de una serie de preferencias personales que persiguen el bienestar o la separación de todo aquello que percibimos. Por ello cuando tenemos frío nos abrigamos, cuando una postura es dolorosa buscamos otra más cómoda y en general siempre nos planteamos el lado bueno y malo de toda situación o fenomeno.
Pero la verdadera naturaleza nunca puede ser dual, porque el ser humano es parte del cosmos i a su vez un todo inseparable del que surgen todas las vías del universo. Por esta razón debemos desechar toda acción o pensamiento que surja de la dualidad, siempre entendiendo todos nuestros actos desde la unidad de nuestra mente con el medio, y todos los elementos que lo componen e interactúan en el mismo.
El Zen, nos enseña a desechar esa mente ordinaria, y por el mismo orden abandonar percepción dual de nuestra realidad.
Por esta razón, durante la práctica de zazen, no desechamos nada, ni el ruido ni el silencio, ni el frio ni el calor, ni los pensamientos buenos ni los malos, ni tan sólo el dolor... sólo observamos todos los fenómenos que surgen durante la practica sin aferrarnos a ninguno de ellos, y los dejamos atravesar nuestra mente, viendo como entran y seguidamente más tarde se desvanecen. Con ello y una atención plena en nuestra postura conseguimos un estado de concentración optimo que nos permite conectarnos de forma unitaria con todos los elementos que conforman el universo y a su vez , nos ayuda a abandonarnos a nosotros mismos, dejando atrás la citada mente ordinaria.
Es por ello que juntamos las manos al hacer "gassho", haciendo desaparecer esa dualidad y conectando todos los elementos en una misma unidad que conecta el cuerpo y espíritu, el cielo y la tierra, lo terrenal con lo espiritual...
También hemos de comprender este estado cuando no estamos sentados en zazen, siendo interesante ejecutar cada acción concentrado únicamente en la misma ( sin pensar en varias cosas a la vez).
Esto se puede llevar a la práctica en todas aquellas tareas que se repiten cada día en nuestras vidas, como cocinar, limpiar o llevar a cabo cualquier actividad que requiera nuestra atención plena.
En conclusión, una de las bases para desprenderse de la dualidad es centrar nuestra atención solamente en aquello que estamos llevando a cabo en cada momento, con la única perspectiva del presente y nuestra conciencia puesta en el mismo.
Sergi G.
Gassho!
"Hay que superar el marco dualista del espíritu, sumergir las raíces en la conciencia Hishiryo (inconsciente) de zazen."
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