"La forma justa de practicar, es aquella que nos permite encontrar nuestro camino en medio de las limitaciones. La práctica no significa que cualquier cosa que hacemos , incluso sentarnos, sea zazen.
Practicar quiere decir que las dificultades que tenemos no nos limiten..."
S. Suzuki. Ment zen, ment de principiant, Barcelona: Pagès editors, 2011, p.46
Sin lugar a dudas, las palabras del maestro Suzuki, nos muestran las claves de uno de los aspectos más importantes dentro de la via del zen, la aceptación; puesto que sólo al despojarnos de nuestros deseos, intereses personales y limitaciones, estaremos cerca de lo que el mismo maestro apoda como "practica justa". Una practica, que no persigue ningún fin concreto, que no distingue entre el placer y el dolor, lo que está bien y aquello que está mal..., que nos conduce a ninguna parte y a su vez nos hace sentir en unión con todo lo que nos rodea, y en definitiva, que no espera nada, pues nunca tuvo la intención de conseguir algo...
Practicar zazen desde una óptica distinta a esta, sólo nos conduce a una práctica de nuestro ego, donde nuestra mente original carece de reflejo alguno, siendo todo parte de un mero esbozo contenido en el interior de nuestra mente ordinaria.
Por esta razón, quisiera incidir, en el valor que tiene nuestra aceptación ante todo aquello que queramos llevar a cabo, puesto que aceptarnos con nuestras virtudes y defectos, es lo más parecido a abandonarnos por completo, y con dicho abandono, estaremos más cerca que nunca de dicha práctica justa.
Nuestras limitaciones, son en gran parte un reflejo de nuestra visión dualista de todas las cosas. Así que si queremos abandonar dicha visión, hemos de comenzar por aceptar nuestras limitaciones y observarlas como parte de nuestra práctica. Puesto que aunque quizás pueda parecernos distante, no nos pertenece a nosotros el derecho a juzgar todo aquello que acontece en nuestras vidas, sino dejar que todo fluya de forma incesante, como fluye la naturaleza desde la tierra en dirección al cielo.
Por esta razón, al sentarnos en zazen nos concentramos en nuestra respiración a la vez que ponemos nuestra atención en la postura, abrazando todas las sensaciones que nuestra práctica pueda albergar para nosotros con total naturalidad. Esto quiere decir, que en caso de tener molestias o algún tipo de dolencia producido por la misma postura, lo aceptaremos, rompiendo así esa visión dualista que a menudo nos impide ser felices, pues nos pasamos la vida tomando decisiones, sobre aquellas cosas que nos convienen y aquellas otras que preferimos evitar.
Yo mismo he podido experimentar esta sensación, y en efecto, cuando nos entregamos al completo durante nuestra práctica sin esperar nada de la misma, observamos como nuestro sufrimiento va desapareciendo, dejando a su marcha una sensación de equilibrio en nuestra mente y espíritu. Este estado, no debe entenderse como algo que debemos lograr, sino como un estado que emerge de nosotros por si solo, pues en que nada espera todo recibe...
Sergi Gámez